sábado, 23 de septiembre de 2017

NUESTRA CULTURA EN EL EXTERIOR.
Cualquier propuesta de plan para la acción cultural exterior debe partir de la siguiente premisa: la cultura ha ido ganando en los últimos años espacio social, político y económico, lo que pone en evidencia su creciente carácter transversal en las sociedades contemporáneas. El sector cultural se constituye hoy en día como una parte relevante del PIB y de la población activa tanto en los países más desarrollados como en los países en vías de desarrollo. Por otro lado, la cultura ocupa actualmente un lugar protagonista tanto en los medios de comunicación más tradicionales (prensa escrita, televisión) como en los de más reciente creación (Internet, redes sociales), siendo las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) el medio por excelencia en que la cultura se crea, se difunde y por el que se accede a sus contenidos y consumo. Si éste es nuestro presente, es indudable que el futuro parece reservar a la cultura un lugar aún más preeminente, basándose en la enorme diversidad cultural que afl ora en el proceso irreversible de globalización, en los movimientos migratorios y en los confl ictos asociados a esos movimientos. Asuntos tan trascendentales como el sentido de pertenencia o la convivencia están inscritos en las sociedades contemporáneas en el ámbito de la cultura. Conviene también ser conscientes de que este Plan forma parte de un proceso de crecimiento de nuestra acción cultural exterior en las últimas décadas, en el que pueden señalarse jalones como la creación del Instituto Cervantes en 1991, en un momento de clara efervescencia en la reconstrucción de la imagen de España en el mundo, con acontecimientos como la Exposición Universal de Sevilla o los Juegos Olímpicos de Barcelona. Cabe resaltar, también, el papel protagonista desempeñado por España en iniciativas multilaterales, tales como la Agenda Cultural Europea de la UE, que subraya la diversidad cultural europea como un activo importante de su proyección en un mundo inmaterial y basado en el conocimiento, la Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales de la UNESCO, como instrumento para el diálogo intercultural como reto de primera magnitud para un orden mundial basado en la paz, o la Carta Cultural Iberoamericana, que establece marcos regionales específi cos de cooperación cultural. Este proceso ha ido acompañado de un trabajo constante tanto de la sociedad civil como de las instituciones públicas con competencias en el ámbito de la acción cultural exterior. El Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación (MAEC) y el Ministerio de Cultura (MCU), instituciones que propiciamos este documento, somos conscientes de que, en estos momentos, la sociedad en general y, en particular, los sectores que componen el mundo de la cultura reclaman una acción más efi ciente y coordinada del Estado en esta materia. Fruto de esa toma de conciencia, el 19 de noviembre de 2009 el ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación y la ministra de Cultura fi rmaron un Convenio que, entre otros apartados, incluía la creación de una Comisión de Trabajo conjunta para la acción cultural exterior. La Comisión tenía como misión principal la elaboración del Plan Nacional de Acción Cultural Exterior (PACE), que, con carácter bienal, fi jaría las áreas y sectores prioritarios para la promoción de la cultura española en el mundo, así como de las industrias culturales y creativas (ICC) teniendo en cuenta, por una parte, el marco general de la política exterior y de cooperación al desarrollo fi jado por el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, y los criterios de internacionalización de las ICC identifi cadas por el Ministerio de Cultura, y, por otra, los principios rectores de la política cultural trazados por este. Se invitó a participar en dicha Comisión de Trabajo, además de a los órganos competentes de ambos ministerios, a todos aquellos organismos públicos con competencias en la materia.
La acción cultural exterior se enmarca hoy dentro del concepto de diplomacia pública, de la que ha sido tradicionalmente considerada una importante subcategoría la «diplomacia cultural». Esta expresión, que ha venido consolidándose en los últimos años, incluye la suma de todas las actividades de comunicación exterior dirigidas a élites o líderes de opinión, pero también a la opinión pública general que, a largo plazo, tiene como objetivo infl uir de manera positiva en la imagen y en la percepción de un país. Vinculada al concepto de «poder blando», la diplomacia pública tiene, en principio, resultados intangibles pero que pueden ser sin duda determinantes en la proyección internacional de un país. La diplomacia pública se entiende así como complementaria de la diplomacia tradicional, aquélla que se ejerce de gobierno a gobierno, y tiene cada vez una mayor relevancia por la interdependencia existente entre las sociedades contemporáneas y por el mayor acceso a la información. Este «poder blando» –pero poder, al fi n y al cabo– debe hoy entenderse, más que como una «politización de la cultura», como la utilización de la cultura para crear el marco idóneo de unas relaciones políticas internacionales basadas en el respeto mutuo, el diálogo y la interrelación. Además de esta vertiente institucional exterior, esta acción de diplomacia cultural viene entreverada con la propia dinámica exportadora del sector cultural y el papel cada vez más relevante de las ICC, por su potencial real en la economía digital y como principal recurso para la competitividad y la creación de empleo. Si la economía española ha incrementado en las últimas décadas de forma exponencial su tendencia exportadora, dentro de ésta las industrias culturales y creativas no se han quedado atrás. Así, a la acción cultural desarrollada por las distintas instituciones del Estado, cabe añadir el proceso de internacionalización de nuestra industria cultural, que ha tenido a los actores privados como protagonistas en ese proceso común al resto de los sectores que componen nuestra economía. En consecuencia, la diplomacia cultural consiste en el conjunto de acciones impulsadas por el Estado en el exterior para promover su propia cultura, difundir sus bienes y servicios culturales potenciando nuestras industrias del conocimiento (lengua e ICC), cooperar y fomentar los intercambios culturales con otros países y promover el desarrollo cultural en países en vías de desarrollo. Promoción del patrimonio y las expresiones culturales, internacionalización de las industrias culturales y creativas, diálogo intercultural y cooperación cultural para el desarrollo son los cuatro grandes ejes de nuestra acción cultural exterior, que informarán y configurarán los objetivos y estrategias del PACE. 

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